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El hermano pequeño del Palacio Real

Madrid es una ciudad que como sede de la corte Real ha albergado muchos palacios a lo largo de su historia. Unos se perdieron, especialmente bajo los años del desarrollismo de las décadas de los 60-70, pero otros muchos se conservan, pasando muchas veces desapercibidos entre las calles. No ocurre esto, sin embargo, con el Palacio de Liria, uno de los de mayor tamaño, llamado el “el hermano pequeño del Palacio Real”, no en vano cuenta con 3.500 metros cuadrados y 200 habitaciones.

Fue construido en 1773 por orden del III duque de Berwick y III duque de Liria, D. Jacobo Fitz-James Stuart y Ventura Colón, familia descendiente de la reina María Estuardo de Escocia y cuyos antepasados se habían establecido en España a principios del siglo XVIII. Cuando la famosa duquesa de Alba falleció sin descendencia en 1802, el ducado y los demás títulos pasaron a su sobrino el VII duque de Berwick, quedando así ligados los dos linajes.

Participaron en su construcción diferentes arquitectos, donde destaca Ventura Rodríguez (1717-1785). Uno de los peores momentos de su historia lo sufrió durante la Guerra Civil, debido a los bombardeos. Estuvo varios días ardiendo, quedando en pie sus cuatro fachadas. Afortunadamente, su colección había sido  guardada entre la embajada británica, el Museo del Prado y el Banco de España. Tras la guerra, se reconstruirá siguiendo los planos anteriores por Manuel Cabanyes.
El palacio sigue siendo la residencia habitual de los Duques de Alba y sede de la Fundación Casa de Alba, que gracias a su reciente apertura al público nos ofrece la oportunidad de disfrutar de una colección artística única integrada en la propia decoración de la casa señorial y como parte de la  historia familiar, incluso de la misma historia de España. Se pueden ver en las paredes retratos del gran duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo, el general de Carlos V y Felipe II de las manos de Tiziano, la duquesa Cayetana pintada por Goya o el realizado por Winterhalter a la Emperatriz Eugenia de Montijo, la esposa de Napoleón III, que falleció en el palacio a los 94 años acompañada por su hermana, entonces duquesa de Alba.
Es un palacio lleno de tesoros, desde obras de El Greco, Velázquez, Rubens y un largo etcétera, a fondos documentales incomparables como los diarios de Cristóbal Colón, las capitulaciones matrimoniales de Juana la Loca o el testamento de Fernando El Católico, por poner algunos ejemplos.  
 

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Sala Duquesa de Alba. Fundación Casa de Alba.

Tras ascender por la impresionante escalera de Honor, se empieza a recorrer el primer piso, el único visitable, ya que la familia reside entre el 2º y 3º piso. Por sus salones se distinguen distintos estilos, muebles de época donde se encuentran las fotos familiares, retratos en miniatura o figuras de porcelana. Destaca la Sala dedicada al Gran Duque de Alba, el despacho, el salón de baile o el comedor de Gala, además de las salas de pintura flamenca o de pintura española, que son la envidia de cualquier museo.

in duda, es un ejemplo de cómo una familia aristocrática ha mantenido el legado cultural a través de los siglos. En el vestíbulo de entrada se encuentra escrita una cita Cicerón   «Para los dioses inmortales, que permitieron que heredase estas cosas, no solamente para mí sino para mis descendientes».     

Imagen: Sala Duquesa de Alba. Fundación Casa de Alba.

Beatriz Cristóbal Lana.
Los Madriles. Por los laberintos de Madrid.

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