Un lugar, una mirada: Los tipos madrileños


En este extraño 2020, los madrileños nos hemos quedado sin nuestras verbenas, pero esto no ha impedido que los vecinos adornen sus balcones y calles como todos los años, e incluso muchos desempolvaron los trajes para marcarse algún chotis.
Habitualmente asociamos el traje típico madrileño al de chulapo, pero realmente los tipos madrileños son muchos más. A lo largo del tiempo, se han ido configurando las tradiciones de los lugares, con sus músicas, danzas y vestimentas.
Las madrileñas han tenido una raíz propia muy marcada, a lo largo de diferentes períodos. Así podemos hablar de una tradición castellana, que surge a lo largo de la Edad Media y que persiste en lugares de la Comunidad de Madrid en romerías, tanto en vestimentas como en música. Por otro lado, una de las más vistosas es la Goyesca. Surge a lo largo del s. XVIII y principios del s. XIX, que reflejo el pintor aragonés especialmente en sus cuadros de cartones para tapices. Desarrollo un traje característico, muy colorido y alegre, además de músicas y danzas, que se pueden seguir viendo en las fiestas de mayo. Y la más conocida es la Castiza, surge en el s. XVIII, pero gana su protagonismo en el s. XIX. Es el Madrid del organillo, el chotis y los chulapos.
No obstante, al igual que ahora podemos diferenciar tribus urbanas, también entre los barrios de origen humilde, se distinguían y había sus rivalidades: por sus trajes, la forma de la patilla o el peinado. ¿Os resulta familiar?
Vayamos por partes, los más antiguos son los Majos. Eran vecinos del barrio de Maravillas (hoy Malasaña) que tenían empleos como zapateros, carpinteros o tenderos. De carácter más tranquilo, pero con desparpajo, como en los sainetes de D. Ramón de la Cruz. Los hombres llevaban coletilla con redecilla y pañuelo anudado al cuello. Con trajes vistosos, con calzas blancas, pantalón ajustado hasta la rodilla y chupetín, una chaquetilla larga estrecha bordada con solapa vuelta. Ellas con faldas de vuelo dejaban a la vista los pies y llevaban atado un mandil, mientras que por arriba la camisa iba cubierta con un corpiño ajustado y el pelo recogido en una redecilla con madroños. Les gustaba bailar en las romerías seguidillas, bolero y jota goyesca.
IMAGEN: Detalle Baile a la orilla del Manzanares. Francisco de Goya. Fuente: Wikipedia.
En el barrio de Lavapiés y San Francisco bajo encontramos a los Manolos. En el s. XIX se originó la leyenda que esa zona era la antigua judería de Madrid y los judíos conversos mantenían la tradición de llamar a sus primogénitos Manuel. De ahí el origen del nombre. Normalmente, se dedicaban a oficios de cierta libertad como aguadores, taberneros, caleseros, mozos de cordel, traperos, etc. Con un espíritu más fanfarrón y predispuesto a la discusión, digamos que un tanto arrogantes. Su vestimenta era con sombrero alto, chaquetilla estrecha y corta con botonadura pequeña, abierta que dejaba ver un chaleco, camisa bordada y una pañoleta al cuello. Generalmente con una faja roja o amarilla a la cintura y un pantalón más ancho con media blanca. Con una navaja a la vista para asustar.
Las Manolas eran las floreras, fruteras, y por supuesto, las cigarreras. Mujeres muy resueltas y con gracia, atrevidas y desenfadas. Con el cabello recogido en una trenza y cubierta con mantilla, a menudo con peineta. Con el mantón atado al pecho y basquiña.
Sus rivales eran los Chisperos o “tiznaos” del gremio de los herreros y cerrojeros, porque saltaban chispas al dar con el yunque para moldear el hierro. Sus talleres siempre se iban situando a las afueras de la ciudad por el riesgo de incendios. Estaban en los barrios altos, la zona de Barquillo y alrededores, lo que sería hoy Chueca. Al final el nombre de chisperos, se extendió a todos los del barrio. Eran amantes del riesgo, por ello, a menudo tenían mucha afición a los toros y fama de aventureros o pendencieros, ya fuera como guardaespaldas o como guaperas de taberna. Vestían con chaquetilla ajustada o chupa, pantalones hasta la rodilla y calzas, parecido a sus admirados toreros.
A las Chulapas o Chulaponas, las encontramos en las Cavas a partir de 1839. A menudo eran planchadoras, de espíritu alegre, que solían adornarse con claveles dobles y mantón de flecos.
El Chulo surgirá de la suma de los anteriores. Podía ser el chulo del barrio, de la verbena, del baile, etc., pero siempre vestían igual, unos pantalones abotinados, un pañuelo anudado al cuello, ya fuera rojo o blanco, y esos andares característicos, imprescindibles para bailar un chotis.
El último de los personajes sería el Isidro. Eran los hombres del campo que venían a la ciudad normalmente por las fiestas de San Isidro, a visitar a la familia, cargados de alimentos del campo y la mantaza. Vestían con trajes de pana, sombreros de ala ancha (los paveros) y refajo.
En la actualidad, en las fiestas de mayo o de agosto, podemos encontrar los trajes goyescos o los típicos de chulapos, que aunque tiene mucho de las chulapas y chulos, recogen elementos de todos los tipos madrileños. Las grandes señas de identidad son los mantones de Manila de las mujeres y las parpusas de los hombres, adornados ambos con claveles.
Imagen:Manola, según dibujo y grabado de Antonio Rodríguez (1801). Fuente: Wikiwand
Manolo de Lavapiés. Lámina del siglo XIX. Fuente: La casa en Lavapiés
Beatriz Cristóbal de Lana
Los Madriles. Por los laberintos de Madrid.